El responsable de la Fundación Athletic Club destacó el fuerte vínculo que existe entre el fútbol y la cultura, en concreto, con la lectura
Galder Reguera, escritor y responsable de la Fundación Athletic Club.
ABC
Para aquellos que no entienden que el fútbol y la cultura pueden ser uno, deberían conocer a Galder Reguera (Bilbao, 1975). El filosofo y afamado escritor es un apasionado lector e hincha txurigorri, además de ser el responsable del proyecto en la Fundación Athletic Club durante los últimos 14 años. Con motivo del vigésimo aniversario de esta, el autor de “Hijos del Fútbol” (2017) responde a preguntas sobre la fundación, la relación entre el fútbol y la cultura y su obra literaria.
El 26 de febrero de 2021 la fundación cumplió 20 años, ¿cuál es el siguiente paso?
Yo llevo casi 14 años trabajando en la fundación y estoy muy orgulloso de ella y de como, con el trabajo de mucha gente, hemos ido construyendo un proyecto sólido y bueno, que es la referencia de la mayoría de las fundaciones del estado. Es porque hemos trabajado en el terreno con la gente. Sabemos los nombres y apellidos de los usuarios de los proyectos sociales y generamos una audiencia, por ejemplo, cuando hicimos el festival de cine. Entonces, ves a gente recurrente, lees cosas en la prensa y te das cuenta de que el proyecto ha calado en la gente. También nos dieron el premio Panenka hace poco. Ahora el siguiente paso es afianzarlo.
¿Qué aspectos debe mejorar la fundación?
La capacidad para afrontar los giros que está dando el mundo. Nosotros vamos un poco lentos, no hemos respondido bien a la pandemia y eso es una crítica interna que hemos hecho. El mundo está cambiando muy rápido y necesitamos tener una capacidad importante para aparte de los proyectos ya establecidos, que están a velocidad de crucero, reaccionar rápido ante las crisis humanitarias, por ejemplo, y ser el centro de la voluntad de mucha gente.
La fundación tiene muy presentes los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. ¿Cómo encaja el fútbol en ese planteamiento?
Eso tiene dos vertientes: la repercusión en la responsabilidad social corporativa de la entidad y la posibilidad de ordenar nuestros proyectos en objetivos a medio plazo. La primera, aunque no necesariamente es trabajo de la fundación, consiste en hacer que una actividad tenga el menor impacto negativo posible en el entorno. Al ser una entidad que organiza un gran evento cada quince días, enlaza directamente, por ejemplo, con el tema medioambiental: el uso de energías, emisiones cero, etc. La segunda se basa en recoger los ODS como una muestra para enseñar cómo nuestros proyectos inciden en la mejora común y ordenarlos por ODS. De todas formas, a mí en los ODS me falta la cultura.
¿Qué quiere decir con que a los ODS les falta la cultura?
La cultura lo cambia todo. Cambia la mentalidad. Pasas de un problema local a uno global cuando hay un marco cultural común que nos une. Cuando vas a Egipto y ves las pirámides tienes la sensación de estar viendo los logros de la humanidad. Sin embargo, cuando ves las mezquitas piensas que son de los egipcios. Esto es, las pirámides son nuestras, porque están incluidas en el relato colectivo, pero el arte islámico es de otros. Esto ocurre porque no hay un nexo cultural que una ese relato. Las mezquitas son tan nuestras como lo puede ser la catedral de Gotinga en Alemania. Y si se trabaja eso verás que los problemas en Egipto se incorporan a los nuestros, cosa que se ve ahora en Ucrania. Para mejorar la guerra en otros sitios hay que trabajar en ese sustrato común y entendernos como iguales.
La pandemia ha hecho que los festivales de cine y literatura y fútbol se unan, dando lugar al “Thinking, Letras y Fútbol”. ¿Cómo de unidas están realmente la cultura y el fútbol?
Es una relación súper estrecha. La gran dimensión del fútbol se la ha dado el relator: el periodista, el poeta, el cineasta o la televisión. Son los que desglosaban lo que sucedía y lo hacían llegar afuera. Ahora, en la época de la imagen, es relativamente fácil conseguir imágenes de cualquier cosa; pero cuando yo era pequeño, veía al Athletic cuatro veces al año. Los resúmenes de Estudio Estadio que veías el domingo por la noche o los perdías para siempre. Entonces, el resto de la relación era con la palabra. El hincha recurre siempre a recursos literarios para contar lo que ha vivido y ha visto. Otra cuestión, en cambio, es la literatura escrita.
¿Qué ocurre con la literatura escrita?
Al principio, la relación era estrecha porque los poetas y escritores se acercaban mucho al fenómeno de los deportes, pero por la utilización del fútbol como herramienta de propaganda del régimen franquista, la intelectualidad se echó a un lado. Además, el fútbol siempre ha estado muy vinculado a los obreros. Y hasta que no cayó la dictadura, los intelectuales no empezaron a salir del armario y declararse hinchas. Empezó Vázquez Montalbán y le siguieron un montón. Luego, hubo un momento en la redacción de deportes de El País que coincidieron Valdano, Segurola, Sergi Pàmies, Jordi Puntí, Ramón Besa y Enric González, que le dieron una dimensión más literaria a los deportes. Ahí hubo una generación que leímos y salimos poco a poco del armario, y que muchos, hoy son escritores de fútbol.
Si tuviera que estructurar el fútbol en una novela, ¿cómo sería?
No se puede. Juan Villoro suele decir que no hay una novela de fútbol porque el fútbol se narra a sí mismo. Pasa una cosa muy curiosa cuando tú estás escribiendo una ficción. Te contienes. Si exageras mucho, el lector no se lo creerá. Lo que tú estás contando debe tener una verosimilitud, aunque sea pura ficción, aunque sea una historia de superhéroes. Si Superman llega, se pelea con quinientas personas, las gana y las deja tiradas, piensas que no puede suceder, que no es real. Tiene que haber una verosimilitud del relato y el fútbol se la salta. Como le ocurrió a Kepa Arrizabalaga con el Chelsea, que salió para los penaltis, meten todos y falla justo él. Si eso lo haces en una novela no funciona porque has exagerado demasiado. El papel no lo soporta todo, pero el fútbol sí. Entonces, la gran novela del fútbol es el fútbol.
¿Las letras pueden aportar algo nuevo al fútbol y viceversa?
Sí, el mundo del fútbol tiene mucho que aprender de otros ámbitos, entre ellos, la cultura. Cómo se escenifican determinadas cuestiones, cómo mejorar y cómo comunicar algunas cosas. El mundo de la cultura, también, tiene que aprender del fútbol que es una industria, de lo que se dan cuenta a finales de los 70, principios de los 80. Algo criticado, pero que ha traído una bonanza para los futbolistas. Hoy ganan mucho dinero porque en los 80, sus antecesores fueron a la huelga para exigir determinados derechos. El mundo de la cultura funciona demasiado amateur y mantiene cuestiones que se relacionan con el no cobrar. Tenemos que construir una industria que sustente todo el sistema para que los escritores, cineastas, etc. sean los más beneficiados de la propia industria y no los que están alrededor.
Su obra literaria, en muchos casos autobiográfica, deja clara su pasión por el fútbol. ¿En qué aspectos de su vida lo tiene presente?
Yo ya había escrito varios libros y la primera vez que afronto el tema autobiográfico es con “Hijos del Fútbol”. El libro lo desencadena la paternidad y el darse cuenta de que mi hijo, que ahí tenía 5 años, se estaba convirtiendo en un hincha y un futbolero tremendo. Yo me veía en él y sentía una sensación de responsabilidad. Por eso, el libro es una especie de diario que cuenta el día a día de mi hijo desde que se convierte en futbolero hasta que mete su primer gol con el equipo y se intercala con otros momentos autobiográficos, que explican la importancia del fútbol para mí, y con pequeños esbozos que marcan qué es el fútbol hoy en día y hacia dónde debe ir. También tiene una razón epistemológica porque la mayoría de los estudios de fútbol fracasan por exagerar. Intentan explicar algo muy azaroso a nivel de símbolos con discursos muy cerrados. Me daba cuenta de que fallaban cuanto más sabía yo. Entonces, para explicarlo tienes que recurrir a cuestiones biográficas.
Aunque usted habla de ser aficionado del Athletic, ¿puede un aficionado, sea del Athletic o no, sentirse identificado con las emociones que describe?
Sí. Ander Izaguirre, un periodista muy amigo mío y el mejor escritor de Euskadi, me dijo, hace unos años cuando le conocí, que estaba escribiendo un libro sobre la Real. El libro se llama “Mi abuela y diez más”. Sentí mucho con aquel libro que, en teoría, es de nuestro rival, y pensé que me gustaría escribir algo así del Athletic algún día. Entonces, el objetivo era ese. Hablar de lo tuyo e intentar llegar al mundo. Desde lo local a lo global. Me ha escrito mucha gente que se ha visto reflejada en el libro “Hijos del fútbol” y la mayoría no son del Athletic. Donde yo pongo Athletic, ellos leen Real Madrid, Valladolid, Murcia o el equipo que sea. Al final, la historia que yo cuento es como yo recibo una pasión de mi abuelo y como se lo dejo al que viene. Es como lo de los indios con el mundo, que no es la tierra de tus antepasados, sino la que vas a dejar a tus hijos. Es un poco mezcla de todo.
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